En mi vida, la música tiene reservado un sitial muy especial. Ella forma parte de mí. Disfruto escucharla, cantarla y bailarla, sin embargo, no soy muy diestra tocando instrumentos. Prueba de ello es lo que voy a contar a continuación:
Disfruto del sonido de los instrumentos de viento, de hecho, no hay sonido más envolvente para mis oídos que el emitido por un Saxofón-pero esa es otra historia-. En esta oportunidad la vida me colocó frente a dos instrumentos pertenecientes a esta misma familia. La disyuntiva estaba en ¿Cuál elegir? porque, honestamente, juntos se escuchan muy mal. Es ahí cuando empieza el dilema.
El primero de los instrumentos era el pito. Un elemento “artístico” algo denigrado por los amantes de la música gracias a su sonido algo estridente, pero hay que reconocer que cuando “suena” hay que escucharle. Es por esto que decido tocarlo ya que, despertó mi admiración el hecho de que un instrumento tan diminuto pudiera callar a todo un batallón, no obstante, al corto tiempo empecé a decepcionarme porque creía que no soportaría su estridencia, además, estaba empezando a poner mis ojos sobre el otro instrumento: La flauta.
Este último llamaba mi intención desde hace un tiempo por considerarlo “fino”. Su sonido agradable al oído y su aspecto algo más elegante que el pito, coqueteaba mis sentidos, sin embargo dudaba de mis posibilidades de tocar dicho instrumento. Pero, cuando decidí arriesgarme a tocar la Flauta, con tristeza descubrí que ya era demasiado tarde.
Es así como me doy cuenta de que… me quedé sin instrumento. Por indecisión y, quizás, algo de inmadurez me quedé…” sin el pito y sin la flauta”
Disfruto del sonido de los instrumentos de viento, de hecho, no hay sonido más envolvente para mis oídos que el emitido por un Saxofón-pero esa es otra historia-. En esta oportunidad la vida me colocó frente a dos instrumentos pertenecientes a esta misma familia. La disyuntiva estaba en ¿Cuál elegir? porque, honestamente, juntos se escuchan muy mal. Es ahí cuando empieza el dilema.
El primero de los instrumentos era el pito. Un elemento “artístico” algo denigrado por los amantes de la música gracias a su sonido algo estridente, pero hay que reconocer que cuando “suena” hay que escucharle. Es por esto que decido tocarlo ya que, despertó mi admiración el hecho de que un instrumento tan diminuto pudiera callar a todo un batallón, no obstante, al corto tiempo empecé a decepcionarme porque creía que no soportaría su estridencia, además, estaba empezando a poner mis ojos sobre el otro instrumento: La flauta.
Este último llamaba mi intención desde hace un tiempo por considerarlo “fino”. Su sonido agradable al oído y su aspecto algo más elegante que el pito, coqueteaba mis sentidos, sin embargo dudaba de mis posibilidades de tocar dicho instrumento. Pero, cuando decidí arriesgarme a tocar la Flauta, con tristeza descubrí que ya era demasiado tarde.
Es así como me doy cuenta de que… me quedé sin instrumento. Por indecisión y, quizás, algo de inmadurez me quedé…” sin el pito y sin la flauta”