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martes, agosto 26, 2008

...Me quedé sin instrumentos.




En mi vida, la música tiene reservado un sitial muy especial. Ella forma parte de mí. Disfruto escucharla, cantarla y bailarla, sin embargo, no soy muy diestra tocando instrumentos. Prueba de ello es lo que voy a contar a continuación:

Disfruto del sonido de los instrumentos de viento, de hecho, no hay sonido más envolvente para mis oídos que el emitido por un Saxofón-pero esa es otra historia-. En esta oportunidad la vida me colocó frente a dos instrumentos pertenecientes a esta misma familia. La disyuntiva estaba en ¿Cuál elegir? porque, honestamente, juntos se escuchan muy mal. Es ahí cuando empieza el dilema.

El primero de los instrumentos era el pito. Un elemento “artístico” algo denigrado por los amantes de la música gracias a su sonido algo estridente, pero hay que reconocer que cuando “suena” hay que escucharle. Es por esto que decido tocarlo ya que, despertó mi admiración el hecho de que un instrumento tan diminuto pudiera callar a todo un batallón, no obstante, al corto tiempo empecé a decepcionarme porque creía que no soportaría su estridencia, además, estaba empezando a poner mis ojos sobre el otro instrumento: La flauta.

Este último llamaba mi intención desde hace un tiempo por considerarlo “fino”. Su sonido agradable al oído y su aspecto algo más elegante que el pito, coqueteaba mis sentidos, sin embargo dudaba de mis posibilidades de tocar dicho instrumento. Pero, cuando decidí arriesgarme a tocar la Flauta, con tristeza descubrí que ya era demasiado tarde.

Es así como me doy cuenta de que… me quedé sin instrumento. Por indecisión y, quizás, algo de inmadurez me quedé…” sin el pito y sin la flauta

miércoles, agosto 13, 2008

LUIS




Luís, su nombre artístico es Luís
Grita la gente al verle… Luís…”

Franco De Vita


Mis treces años fueron maravillosos -a pesar del acné-. Recuerdo que hasta esa edad era una niña muy tímida, de hecho, mi vida social se reducía a mis compañeros del politécnico. Irónicamente, todo cambió cuando me mude de Villa Duarte hacía El Almirante.

Confieso que el síndrome de la “nueva” me sirvió de provecho. En principio, no tenía muchas amistades pero al cabo de unos meses este panorama cambió de color.

Entre mis nuevos amigos recuerdo con mucho cariño a Luís. A él lo describiría como un adolescente tímido e introvertido, de poco hablar, pero muy buen mozo –para ser honestos-. Con 14 años de edad era más alto y fuerte que el resto de los muchachos del barrio, por tal motivo le apodaban el burro, a esto se suma sus exóticos ojos verde-miel, y cabellera lacia y rubia. Con tales rasgos físicos no era de extrañar que llamara la atención entre las “muchachitas”, pero su timidez era una barrera para algunas relaciones.

Pasaron los años y Luís cambió. Él se había tornado más grande y fuerte que en la adolescencia, sin embargo, la transformación no se limitaba a unas cuantas libras. El burro empezó a usar ropa muy holgada y en su cuerpo tenía grabado unos ochos tatuajes, aproximadamente.

Cuando me lo contaron no lo podía creer –con mi complejo de Santo Tomás en su máxima potencia- hasta que tuve a Luís frente a mis ojos. Y era cierto. Con orgullo él me mostró los nuevos inquilinos de su cuerpo, y su intención de rentar unos cuantos espacios más en su piel.

Para muchos-al juzgarlo por su imagen- él había pasado del bando de los “buenos” a la escuadra de los “malos”, pero Luís me enseñó, que la apariencia es un elemento cuya relevancia se queda en las neuronas de quienes solo la usan para verse en el espejo. Y es que el burro trabaja, estudia, hace deportes, no bebe, no baila, no fuma, no bonchea, solo escucha música con letras positivas, es buena gente, deplora la violencia y, cual si esto fuera poco, se expresa del amor cual Romeo tras su Julieta en el balcón.

Quizás, muchos difieran en mi parecer, pero entendí que Luís usa sus 10 tatuajes (se sumaron 2) como yo uso mis aretes: De adorno. Lo siento, pero no soy quién para juzgar cosas tan vanales como la apariencia externa, además, la imagen del alma vale más que la del cuerpo.