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martes, noviembre 15, 2011

En las sandalias de Pedro


Si tu mejor amigo -con quien ibas a todos lados y a quien dices querer con todo tu corazón- es acusado de narcotráfico y asesinato, y es buscado por las autoridades para ser apresado y golpeado; además, tiene altas posibilidades de obtener pena de muerte ¿qué harías?

Si sus enemigos te encuentran en la calle y te preguntan si eres su mejor amigo, con intención de involucrarte ¿qué responderías?

En mi caso, y siendo honesta, el sentido de supervivencia me llevaría a negarlo rotundamente, todas las veces que fueren necesarias, aunque suene desleal. Similar caso ocurrió con uno de los discípulos más queridos por Jesús: Pedro.

Me llama poderosamente la atención como la mayoría de la gente y los más fervientes creyentes de muchas religiones se toman la libertad de juzgar a Pedro por haber negado a Jesús tres veces, y lo tildan de hipócrita y cobarde, pero yo pregunto, ¿alguien se ha puesto en sus sandalias o en sus zapatos?

La mayoría lo juzga, sin embargo Jesús no. Él conocía su corazón, sabía de su cariño sincero hacia él, de su deseo de servirle y de su don de liderazgo, por eso le había dicho: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mateo, 16:18). Y lo cumplió.

De este hecho narrado en la Biblia me quedan múltiples enseñanzas. Primero, nunca se debe decir “de esta agua no beberé”. Por el amor y la lealtad que Pedro le tenía a Jesús estaba seguro que no le negaría, y refutó al Señor cuando éste le dijo que lo haría tres veces antes de que cantara el gallo, (en ese momento me aventuro a pensar que a la mente de Jesús llegó el siguiente razonamiento: “ay, Pedrito, la debilidad es de los humanos, y tú eres humano. Dices que no me negarás, pero no tienes idea de lo que me pasará”). Sólo él sabía la magnitud del sufrimiento que le esperaba, por eso estaba seguro que a pesar de la fortaleza de Pedro, cualquiera flaquearía.

Segundo, la nobleza de Jesús. Me sobrecoge la empatía y el sentido de justicia del Señor. Es muy probable que en su posición yo habría desterrado a Pedro, sin embargo, él siguió confiando y su cariño no mermó en lo absoluto. Y lo hizo, no sólo porque él nos ama a todos y nos perdona, sino que sus sentimientos van más allá. Jesús tiene el poder para ver y sentir lo imperceptible, por ello no juzga a priori, a diferencia de nosotros.

Independientemente de sus múltiples milagros realizados, y sus majestuosas predicas durante sus 33 años de vida pública, este ejemplo de misericordia de Jesús y cero rencores para su querido amigo Pedro, lo engrandeció – desde mi humilde opinión-, contrastando con el Dios castigador y juzgador que insisten en mostrarnos.



sábado, octubre 08, 2011

Arepitas de maíz




En mi paladar sentía un rico sabor dulce, y en mi corazón sentía una gran nostalgia. Los tiernos recuerdos de una época llegaron difusos a mi mente, pero muy claros a mi corazón. Y todo esto, gracias a una arepita de maíz que comí en el almuerzo, en el comedor de la empresa. ¿Qué había en ese trozo de harina con azúcar hecho arepita, para despertar esa clase de emociones en mí? simplemente, el recuerdo.

Cuando era muy niña, con apenas 4 años, estudiaba en las mañanas en un CONANI, y allí nos daban en el desayuno unas ricas arepitas de maíz, que eran una delicia. Recuerdo los columpios, las gomas que saltaba, el patio en el que corría, las profesoras, la cocinera que llamabamos tía (responsable de las citada arepitas), las visitas de Doctor Muelitas de Colgate, pero sobre todo, recuerdo a personitas muy especiales: Nayelis y Deivis.

Nayelis, mi prima y mi mejor amiguita de entonces, se fue a España hace más de 15 años y jamás ha regresado. Y Delvin, el mejor amigo de mi hermano Joel, mi vecinito querido y primito por elección, partió con el Señor hace dos años, justo el día en el que cumplía 23 años de edad al tratar de salvarle la vida a una desconocida. Su partida nos dejó en schok a todos, y todavía es dificil recordarle y no entristecer. De hecho, es muy dificil escribir de esto (tengo dos años postergando este post).

Joel, Nayelis, Delvin y yo eramos un cuarteto inseparable. Parte de los años más inocentes y felices de mi vida los viví con ellos, en especial, los pasados en CONANI donde comíamos nuestras ricas arepitas de maíz.

In memorian Delvin Almánzar. Que Dios te tenga al lado de sus ángeles, Delvin querido.

Necesidad...


Necesidad.

Justo a las 10:10 de la noche de hoy, un sábado, nublado, con una taza de chocolate a media capacidad de su contenido al lado del teclado, me entró una necesidad casi desesperada de abrir mi cuaderno virtual: mi blog. Tenía ganas de mimarlo, de cambiarle el aspecto, de relanzarlo. Pero sobre todo, tenía necesidad de escribir.

Mi blog. Mi cajita de colores colmada de letras. Mis bocinitas de un radio que a veces va de amplitud modulada a frecuencia modulada. Mi cuadernito virtual, que aunque adoro, reconozco tenerlo abandonado. "Las bocinas de mi radio", hoy tenía ganas de verte, pero especialmente, tenía necesidad de escucharte .

martes, enero 18, 2011

Números


La literatura me daba libertad y los números me ponían límites; por ello, al graduarme en el bachillerato sabía de qué debía huir, a pesar de poseer el perfil idóneo para estudiar contabilidad.

Los números me sonaban a reglas y condiciones, y a una disciplina intachable, pues si me equivocaba en una cifra “la macaba”. Después de unos pocos años he entendido que los números siempre han estado y estarán en mi vida, pero sobretodo, en las fechas, horas, medidas, conteos y… justo allí, donde transita de vez en cuando la presencia ausente: en mis recuerdos.

Con esos números he contado mis alegrías y momentos de gloria, así como la gente maravillosa que me ha abrazado con su amistad. Pero también me han servido para contar las pocas lágrimas que he derramado; las veces en las que las 8 ½ x 11 pulgadas de mi cuaderno han servido de soporte para guardar en secreto los sentimientos agolpados en mi pecho, y finalmente, para contar los momentos en que he volado a otros mundos con los ojos abiertos, ya sea gracias a una palabra, un gesto, un dibujo, un abrazo, una caricia, un beso...

1985….2008, 2009, 2010, 2011; realmente, después de tantos años admito mi error: los números no son tan cuadrados e insensibles.